Quería hablar del lenguaje sin palabras de los niñ@s, de esa relación tan importante que tenemos que establecer aunque todavía ellos no sean capaces de armar una frase. Hablo desde mi papel de psicomotricista porque la sala  y los materiales no servirían de nada si no se establece una comunicación con los niñ@s,   y para ello hay que estar atentos a la mirada, al movimiento, el ritmo, y a la relación tónica que se crea en esa relación dual, es un vaivén de emociones que surgen en la sala desde un juego espontaneo que hay que sostener y descifrar. A veces vienen con una confusión muy grande con todas sus emociones mezcladas , unas veces miedo, otras veces enfado, alegría…etc. En algunos casos muestran una impulsividad muy grande que no pueden frenar, sin embargo, otras veces se muestran inhibidos sin jugar replegados en si mismos. La libertad de la sala y el acompañamiento hacen posible que surja la relación, no es inmediata, es poco a poco, es una confianza que se afianza en cada sesión ,confiar en sus posibilidades y hacérselo saber abre todo un mundo de exploración ,descubrimiento y de acción con su cuerpo “ conocerse” ,con el entorno y con los demás, mirarse a través del otro.

El Lenguaje sin palabras se expresa con el cuerpo y la acción

Para que puedan acceder al lenguaje, es necesario crear la necesidad, el deseo de hablar de contar, compartir así surge la emoción con el otro, unas veces la risa y otras veces la pena, pero no en soledad sino acompañado. Intuir lo que les pasa internamente e ir poniendo palabras a las emociones, es sacarlo fuera y convertirlo en juego para poderlo gestionar y transformar.

Si ponemos palabras a la ira, que por ejemplo pueden sentir por los celos de compartir a los que más aman, puede que se sientan más comprendidos y elijan descargarla con los cojines, módulos ,pelotas y finalmente se puede transformar en risa y en placer.

A veces asisto expectante a la evolución de esta interacción que va construyendo esa identidad del niño, que transforma un huracán de agresividad en un castillo creado desde la imaginación en ese espacio que hemos creado entre “el tú y el yo “

Es una labor de continuidad de esa primera relación  que este bebé estableció con su madre  y que repetimos en la sala que comenzó con la mirada, el tacto, el olor, la voz. En la sala de psicomotricidad se reedita de nuevo la primera relación, se vuelve a instaurar un vínculo  que hará que mágicamente explosione el lenguaje, y para ello empezará con otros lenguajes, el juego sensomotor nos hablará de sus tensiones, de su deseo para poder llegar a la representación mental de lo vivido quedará en  su dibujo, en el barro, las construcciones o cualquier material que elija, para contarnos su historia.